Diez hombres, algunos vestidos de camuflaje, otros con chalecos cargados de munición para sus rifles AR-15, se reunieron el mes pasado bajo la sombra matinal de los robles del centro de Florida. Estaban allí para aprender tácticas de tiro habituales entre las fuerzas de operaciones especiales y las unidades de élite de las fuerzas del orden.
Su instructor, Christopher Eric Roscher, un veterano de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, se presentó y luego dirigió al grupo en una oración.
“Señor, utilízalos como recursos, para que sean protectores en este mundo, en un mundo lleno de maldad”, rezó.
Los hombres reunidos a su alrededor no eran soldados, policías ni milicianos de derecha. Eran en su mayoría civiles, entre ellos dos pilotos, un enfermero y un ejecutivo de una empresa de construcción. El título de la clase —Full Contender Minuteman— se refería incluso a los civiles convertidos en soldados de la Revolución Estadunidense.

Se les conoce como ciudadanos preparados o profesionales, parte de un número creciente de propietarios de armas que están adaptando su mentalidad a tiempos inciertos y polarizados. Y en vez de formar parte de una cultura “preparacionista” más marginal, se están convirtiendo en una corriente dominante, que es atendida por empresas dispuestas a ofrecerles las herramientas y la formación necesarias para estar preparados.
Los aspectos tradicionales de la posesión de armas se dejan cada vez más de lado en favor de temas como la formación médica y de radio, el tiro con visión nocturna, el reconocimiento con drones, la agricultura familiar y las tácticas militares.
“Estamos observando un número creciente de empresas que amplían el atractivo y normalizan la preparación personal y las herramientas necesarias para ello —dijo Kareem Shaya, cofundador de Open Source Defense, una empresa emergente que trabaja para normalizar la cultura de las armas en Estados Unidos e invertir en nuevas empresas del sector de la defensa civil—. Hace cinco o diez años no podríamos haber hecho lo que estamos haciendo porque simplemente no había suficientes empresas emergentes en el espacio. Estamos viendo cómo se acelera en tiempo real”.
Visión catastrofista
Esta ciudadanía y la práctica más familiar del movimiento “preparacionista” comparten algunas características, aunque los preparacionistas se centran más en alistarse para la autosuficiencia a largo plazo: criar gallinas, cultivar un huerto y almacenar provisiones a granel; quieren estar listos para una calamidad repentina.
Para Roscher, de 35 años, el concepto surgió cuando vio cómo Rusia invadió Ucrania en 2022. Los civiles ucranianos inundaban las calles con escasa capacidad para defenderse. “Me afectó mucho”, dijo.
Entonces empezó a dar clases de armas de fuego tras dejar el servicio activo en la Fuerza Aérea y fundó su propia empresa de entrenamiento con su socio Tyler Burke en 2020, que también tiene un canal de YouTube, una cuenta de Instagram, un pódcast y una tienda de equipo.
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Su programación es una mezcla de repasos de armas de fuego, consejos y listas de entrenamiento, y lecciones sobre cómo estar mentalmente preparado para una catástrofe. Desde hace aproximadamente un año, el giro de Roscher hacia el cristianismo y la oración también ha atraído a un público y una clientela receptivos.
Roscher produjo recientemente un video que tituló “Cosas que debemos recordar, porque se acerca el Capítulo Oscuro”, en el que destaca su creencia de que algún punto álgido de la sociedad se aproxima; por atentados de cárteles de la droga, por células terroristas en Estados Unidos o una recesión económica.
Su monólogo, que también detallaba un vívido sueño sobre una explosión nuclear, sonaba casi como un sermón. Roscher, como otros veteranos o ex agentes de las fuerzas de seguridad de la comunidad de ciudadanos preparados, dijo que empezó a dar clases para transmitir sus conocimientos a la gente común.
Su trabajo no se limita a la formación presencial, e incluso se inspira en conflictos mundiales. A principios de marzo, en un canal de mensajería de Telegram para ciudadanos preparados con sede en los Apalaches, se compartió un video de su canal en el que exploraba el combate con drones en Ucrania y cómo utilizar esa tecnología a los civiles en EU, lo que despertó el interés de los participantes en el chat.
“Tengo que encontrar un grupo con el que entrenarme”, decía un mensaje del grupo, lamentando que sus opciones se limitaran a las milicias locales u otros grupos marginales de derecha.
Josh Eppert, de 40 años, fue uno de esos reclutas. Durante la pandemia, encontró un grupo de personas con las que le gustaba disparar y recibió la instrucción que tanto necesitaba de Roscher y su equipo.
Vicepresidente de una empresa de construcción con sede en Tampa, Florida, representa al ciudadano preparado por excelencia. “Si voy a tener este material (armamento), quiero llegar a dominarlo; no es que me haga ilusiones de convertirme en Rambo ni nada parecido, solo me gusta el desafío”, dijo Eppert.
Vestido de camuflaje, con una pechera llena de cargadores de AR-15 y tenis Adidas, Eppert pasó la clase de los minuteman disparando desde barricadas, practicando desenfundar pistolas y aprendiendo una nueva forma de guardar munición en el cinturón.
Los entrenamientos giraban en torno a la forma en que los alumnos tienen que actuar “en el peor día de su vida”, dijo Roscher, por lo que el tiro al blanco se realizaba a menudo después de carreras de 23 metros.
El rifle AR-15 de Eppert tenía una mira de corto alcance, una linterna y un supresor de sonido, o silenciador. Algunos alumnos tenían miras de láser infrarrojo en sus rifles para disparar con visión nocturna, una clase que también imparte Roscher.
Y aunque Eppert tiene una visión menos sombría del futuro que su instructor, insistió en la necesidad de ser autosuficiente, especialmente con la amenaza constante de huracanes mortales en todo el estado.
“¿Voy a poner un búnker en mi patio trasero? —preguntó bromeando—. “No tengo planes para nada de eso, pero creo que es importante ser inteligente y controlar las cosas”.
“Solo buscan informarse”
Al otro lado del espectro del entrenamiento táctico de Roscher está Ben Spangler, un ex oficial del ejército que dirige una cuenta de Instagram desde 2023. Sus breves videos explicativos de tácticas militares de infantería, como patrullar y preparar emboscadas y puestos de observación, obtienen cientos de miles de visitas y son ampliamente compartidos en el mundo de los ciudadanos preparados.
También tiene una página en Etsy donde vende kits de entrenamiento con mapas, transportadores para trazar puntos de navegación, brújulas y guías de campo. Los viejos manuales de instrucciones militares, antaño olvidados en las tiendas de excedentes de la Armada, han resurgido entre los ciudadanos preparados.
“Suelen ser más tranquilos, porque son más observadores o hacen preguntas —aseguró Spangler de sus clientes—. Van de excursión, quizá vayan al campo de tiro unas cuantas veces, o tienen un grupo de personas a las que les gusta hacer esas cosas. Pero no es una milicia en ningún sentido de la palabra, sino que normalmente esa gente, cuando no tiene ese trasfondo militar, solo busca información”.

Durante décadas, el miedo ha sido un importante motor de las ventas de armas, pero lo que separa al ciudadano preparado del propietario promedio de un arma es la comunidad. Ya se trate de clases de entrenamiento o de grupos de Carolina del Norte y Colorado que pasan días en el bosque, haciendo senderismo y preparando posiciones defensivas para entrenarse ante invasiones teóricas o el colapso de la sociedad, a los ciudadanos preparados les gusta colaborar y encontrar que la unión hace la fuerza.
Cincuenta y seis kilómetros al sureste del curso minuteman, Danielle L. Campbell, de 43 años de edad, tomó una pistola en el Club de Armas de Orlando y disparó a una diana de papel situada a unos metros. Protect Peace, el grupo centrado en la comunidad que ayudó a fundar en 2023, no se definiría a sí mismo como de ciudadanos preparados del mismo modo que la cohorte de Roscher, pero comparten gran parte del mismo ADN.
“Empecé a entrenarme después de que una bala perdida mató a mi ayudante —explicó Campbell—. Antes de eso, siempre tuve armas, pero nunca me entrené, ni me lo tomé en serio”. Su colega fue asesinado durante un robo en 2017, y ella empezó a entrenarse con armas de fuego poco después.
El grupo de Campbell ayuda a impartir formación médica sobre traumatismos; distribuye naloxona, un fármaco para revertir las sobredosis, en barrios empobrecidos; y organiza actos comunitarios de tiro a los que asisten decenas de propietarios de armas. También está trabajando para que los miembros del grupo obtengan licencias de radioaficionado para poder comunicarse en caso de emergencia.
“Parte de la razón por la que lo hacemos es para realmente formar una comunidad —compartió la instructora—. Tuvimos un abogado de oficio, un agente de policía, policías estatales y todo tipo de gente. Era tan acogedor y atractivo. Creo que ahí nació todo este concepto”. _

c.2024 The New York Times Company